4 de septiembre de 2015

Aylan


Y son esos momentos en los que todos sentimos que valemos menos. Aun cuando no sabíamos que se llamaba Aylan, que era sirio y un inmigrante entre tantos miles, al solo ver la foto nos enterábamos de la tragedia detrás de la tragedia. Vimos el backstage de esa foto: el desamparo y la desesperación previas. Las cosas no estaban bien para la familia de Aylan, y huyendo de la guerra en su país se encontraron con las fronteras mas cerradas de la historia. Más que nunca, un mundo para pocos.Y no apareció ningún superhéroe para el rescate y entonces, el naufragio, y la muerte para Aylan, su hermano Galip,su mamá Rehan entre otros tantos que corren la misma suerte o la correrán.
Por que Aylan si hay muchísimos mas? Lo que conmueve, conmueve y quizá la explicación es la ignorancia nuestra, esa que viene de no querer saber nada para no sufrir. Y de pronto los números, las cantidades y frases como "ola inmigratoria",  se convierten en una foto con nombre, apellido e historia, que, aun antes de que nos la contaran, la sabíamos, porque los humanos nos hacemos, pero no somos, y cuando la verdad verdadera se presenta ante nuestros ojos, la vemos y algo nos pasa. Abrumados, confundidos, estupefactos, afectados, lloramos. También buscamos respuestas e intelectualizamos el asunto para sufrir menos, como secándonos las lágrimas antes de que se enciendan las luces del cine. Pero no se puede y no nos queda más que hacer que la parte mas tierna nuestra se manifieste. Impotentes, nos enteramos de que la especie humana esta en franco descenso y que deberíamos aprender de la naturaleza que nos rodea, porque nosotros, lo sabemos, perdimos el rumbo y de superiores no tenemos nada. La solidaridad es tan nuestra como la indiferencia y no nos hace falta llamarnos Merkel para subir la ventanilla cuando alguien nos pide ayuda. Es que no queremos ver!!! Hasta que un Aylán te golpea el corazón, y su fragilidad te obliga a tambalear a vos, a los que piensan como vos, a los que no y hasta al mismísimo poder europeo.
Aylan Kurdi, asi se llamaba el niño al que el mar parece haberse apiadado, dejándolo en la orilla como dormido, después de jugar con la arena. Su pequeñez es su enormidad y nada será igual a partir de ahora.
Una vez más, nos sacaron las vendas de los ojos para explicarnos que no somos nada, que ni mil creencias puede hacernos ya pensar que estamos en el escalafón más alto del reino animal. Lo único que puede salvarnos un poco, es hacerle caso a ese "sin sentido aparente", rincón frágil que se conmovió, de una, con Aylan.
Los artistas lo deben desarrollar mas seguido y lo dejaron escapar rindiendole homenaje al niño sirio, Dedicación, indignacion y amor, todo junto en una serie de ilustraciones que recorren el mundo. 
                                

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